domingo, 25 de octubre de 2009

Sociología de la filosofía, I


El sociólogo francés Pierre Bourdieu (Meditaciones Pascalianas, 1999) ha señalado que el mito de la caverna platónico es una pieza maestra del “sistema de defensa que la tradición filosófica ha erigido contra la toma de conciencia de la ilusión escolástica”, es decir, contra cualquier verdadera historización, y en apoyo de la ilusión del “fundamento” (la pretensión de la filosofía de fundamentar -teóricamente- a las otras ciencias, sin estar fundamentada -históricamente- por ellas). Frente a esto, según Bourdieu, se trataría de “volver del revés el movimiento que exalta el mito de la caverna, ideología profesional del pensador profesional, y regresar al mundo de la existencia cotidiana, pero pertrechada con un pensamiento científico lo suficientemente consciente de sí y de sus límites para ser capaz de pensar la práctica sin aniquilar su objeto”.
El filósofo es moldeado en una tradición, y por (y para) un campo escolar en el que aparecen sutilmente jerarquizados los autores y textos canónicos. Un campo en el que "los problemas son fruto de debates nacidos en un momento histórico y perennizados por la reproducción escolar"; donde los conceptos (las Ideas platónicas), “pese a su aparente universalidad, son siempre indisociables de un campo semántico situado y fechado y, a través de él, de un campo de luchas a menudo limitado, a su vez, a las fronteras de una lengua y una nación; teorías más o menos mutiladas y fosilizadas por la rutina de una transmisión escolar que las eterniza al precio de sacarlas de un contexto histórico y real,...”.
Frente al sabio “liberador” (de la opinión común) de la caverna platónica, Bourdieu se declaraba más próximo a la filosofía de otro francés, Blaise Pascal, por su renuncia a la ambición de establecer principios, por su solicitud, “desprovista de cualquier ingenuidad populista, por el “común de los hombres” y las “opiniones sanas del pueblo”; y también por su propósito, indisociable de ella, de indagar siempre la “razón de los efectos”, la razón de ser de los comportamientos humanos más inconsecuentes o más irrisorios -como “pasarse el día corriendo tras una liebre”- en vez de indignarse por ello o burlarse, como hacen los “listillos”, siempre dispuestos a “hacerse los filósofos” o a tratar de asombrar con sus asombros fuera de lo común a propósito de la vanidad de las opiniones de sentido común”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario