domingo, 9 de mayo de 2010

Sobre la vejez: Fernando Fernán-Gómez


Por curiosidad (o quizás porque cumplí años y llevo un tiempo dolorido con mis huesos) comencé a leer un libro de Fernando Fernán-Gómez, escritor, actor y director de cine y teatro, al que ya dedicamos una entrada en "Los que nos gobiernan". El libro que comentamos hoy se titula Nosotros, los mayores (Temas de Hoy, Madrid, 1999), y es una reflexión sobre la vejez, un libro de encargo pero con un tono ligero y a veces irónico muy apropiado para tratar un tema que lentamente, a veces con preocupación, se nos va haciendo acuciante pensar. No tiene muy buena prensa la vejez en general, y así lo reflejan sus múltiples nombres: carcamal, calamocano, antañón, vejestorio, vetusto, provecto... Fernán-Gómez comienza por preguntarse dónde deberíamos envejecer (en residencias, pisos tutelados, acogimientos familiares...), y ante los resultados de los sondeos y estadísticas del IMSERSO, que afirman que las personas mayores prefieren envejecer en casa, muestra sus dudas: "¿Las personas mayores de familias numerosas y pisos pequeños,las de los suburbios, las de los pueblos y aldeas despoblados, las de las chabolas, prefieren seguir envejeciendo en casa en vez de hacerlo en una habitación del Hotel Ritz proporcionada por un Estado benefactor, solidario, generoso y cristiano?". No es probable, aunque eso -señala- supusiese un doloroso alejamiento de su familia y su barrio. Además del trato amable del personal de estos hoteles, habría que contar que, con tantas habitaciones, sería raro que no hubiese hospedado algún médico. Respecto al debate sobre lo antiguo y lo moderno, Fernán-Gómez comenta cómo un entrevistador le indicaba que sus ideas políticas de izquierda (anarquistas) sonaban "pasadas de moda", anticuadas. Más antiguo, como señalaba Fernán-Gómez, era el liberalismo actual, aunque ahora lo remendaran con el prefijo "neo" (neoliberalismo). En otro capítulo, al tratar de las relaciones entre jóvenes y viejos, afirma que hay una diferencia profunda entre ambos: "los jóvenes saben que no se han de morir ellos, sino el hombre que serán años después, y al que aún no conocen. Los viejos sí sabemos quién es el viejo que se va a morir". Y retrotayéndonos a la infancia, defiende que no deberíamos contarles a los niños cómo será el paraíso, especialmente el extravagante paraíso biblíco. Más bien indicarles que el paraíso es el sitio y el tiempo en el que están, y es también lo que perdemos. Porque a pesar de todo, como indica en otro lugar, conseguimos ser felices en este mundo de vez en cuando. Y como ejemplo pone a los jóvenes de los años 40 (mis padres, por ejemplo):
"Imagínense a unos jóvenes que acaban de ver terminar una guerra disparatada y salvaje y empezar otra que llegará a ser mundial y que, por "civilizadísima", acabará siendo devastadora. Imagínenselos sin movida, sin televisión, sin pantalones vaqueros, sin barbas, sin navajas, sin poder utilizar el coche de papá ni tener el propio, sin motos, sin chicas en su pandilla, sin chicos en las pandillas de ellas, sin top-less, sin biquini, sin cámara Polaroid, sin drogas duras ni blandas, sin música rock, sin voto, sin vídeo, sin apartamento, sin sótano ni buhardilla pintoresca, sin almohadones por los suelos ni pósters en las paredes, sin refrigeradora, sin coca-cola, sin tocadiscos, sin còmics, sin ordenadores... ¿En qué tiempo remotísimo y olvidado pudieron existir esos jóvenes? ¿Cuántos siglos antes del primer día de la creación? ¿Y dónde vivieron, si era vivir lo que hacían? ¿En qué lejanísima galaxia? No hay que exagerar.Por sorprendente que parezca, existieron -existimos- en este mismo siglo, en los años cuarenta, hace muy poco tiempo, aunque no tuvieron nada de lo que acabamos de enumerar, gozaban a veces de la vida, de su amanecer, y en los cielos oscuros vislumbraban relámpagos de esperanza... Teníamos los jóvenes de entonces para nuestra formación de ciudadanos cuarteles, Frente de Juventudes, servicio militar obligatorio de tres años.., División Azul, milicia universitaria, Formación del Espíritu Nacional, servicio social femenino... Para la cultura teníamos algunos libros, censura, libros argentinos y mejicanos de contrabando, censura, claque en los teatros, censura, colegios de curas, universidades casi sin catedráticos... Para entretenernos y para la vida en general teníamos muchas más cosas: misas, procesiones, verbenas en las calles y a la orilla del río, paseos interminables poblados de confidencias, mujeres hermosísimas para mirar -estallantes en primavera, vestidas de negro en Jueves Santo-, libros de las razas humanas para ver desnudos, tranvías, fútbol, metro, urinarios, hambre, bodas y bautizos, dominó, mus, brisca y tute, panderetas... Y sucedáneos, muchos sucedáneos, incontables sucedáneos, algunos de los cuales llegaron a causar asombro en países extranjeros. Sucedáneos del café, del azúcar, de la lana, del algodón, de la goma arábiga, de los huevos fritos, de las suelas, de los toros de lidia, de la paz, de la convivencia, del orden, de la vida. (Iba a haber puesto también "de la libertad", pero no habría sido cierto, puesto que no se inventó ningún sucedáneo)".
El libro concluye con el "Diario de una persona mayor en Hollywood" que narra, con el distanciamiento que dan los años, el viaje a la ceremonia de los Oscar con motivo del concurso de la pelicula El Abuelo, de José Luis Garci. Y los aeropuertos, los largos e interminables pasillos de los aeropuertos, sus filas de asientos sin una pequeña mesa en la que poder apoyarse y escribir..., o soñar.

1 comentario:

  1. Hola José. Es la primera vez que te comento una entrada. Pero ésta me ha llegado al alma. Quizá suene un poco a melancolía gastada, pero la parte en la que hablas sobre las relaciones entre jóvenes-viejos me ha hecho quedarme pensando. Si nos relacionásemos más, quizá esa pregunta de "¿Dónde acabar mis días?" no tuviera que rondar en la cabeza de nadie...
    Hace poco, perdí a un abuelo de casi 93años. Un abuelo que vivió la guerra. Fue maki; prisionero de los nacionales; liberado por los rojos; fue al frente del Ebro. Se exilió en Francia (justo donde yo ahora hago mi año erasmus... ya ves, pequeños regalos de tener memoria histórica). Regresó a casa y tuvo que irse de nuevo, esta vez a la División Azul, para limpiar expediente. Después de 11años dando tumbos, escondiéndose, pudo volver a dormir en su cama... Y dijo que, habiendo vivido todo eso, era allí donde quería seguir peleando hasta que le llegara la hora. Y allí fue donde empecé a tener conversaciones con él: historia, literatura, filosofía, cosas sobre la naturaleza,... todo.
    No sé a cuento de qué todo esto. Sólamente quería decirte que ojalá hubiera más relaciones "jóvenes-viejos". Él era, más que guía y confidente, un "viejo amigo". A él le debo mucha parte de lo que soy. Así que, ya no sólo por la Memoria Histórica, sino por el compartir y tener una mano amiga, ojalá los jóvenes dedicásemos más tiempo a los mayores y ellos tuviesen siempre la paciencia para aguantar a quien quiere comerse la vida sin haber echado aún los dientes de leche...
    Un abrazo fuerte. Y disculpa por el rollo.

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