miércoles, 9 de septiembre de 2009

Política y educación

Algunos debates recientes, como el de la participación de los centros de enseñanza en las protestas populares contra la guerra en Irak, o los efectos del hundimiento del Prestige, volvieron a reavivar las críticas contra la “politización” de estas protestas, y los argumentos en defensa de la conveniente “neutralidad” de las instituciones educativas, sus trabajadores y estudiantes. Un debate confuso cuando por otro lado se insiste en transmitir desde la escuela valores dentro de la educación para la paz, el respeto ecológico y la convivencia democrática.
Parece necesario volver a defender cuestiones que nos parecen obvias, pero que parecen ignorarse. Para empezar, los trabajadores de la enseñanza tienen también reconocidos -habrá que recordarlo- derechos sindicales y de asociación. Transmitir al alumnado los argumentos de nuestras protestas – y escuchar y respetar sus opiniones- es un medio para informar y educar respecto a la manera de enfrentar los conflictos sociales y laborales en una sociedad democrática; no es una forma de manipulación: manipulan los que obligan a asistir a clase a los alumnos en huelga (legalmente “protesta con inasistencia a clase”) o les amenazan con represalias.
Los centros de enseñanza no son academias asépticas del saber, son lugares de trabajo donde se reflejan muchas de las tensiones sociales y laborales de nuestro entorno. Y podemos enseñar a nuestros alumnos a comprenderlas y enfrentarlas a través del debate político, el debate público argumentado y abierto. Pero quizás falta todavía mucho para que la actividad política o sindical (en su sentido noble de preocupación por “lo común”, de defensa de la participación abierta y de todos en el gobierno de lo público) deje de estar siempre, entre nosotros, bajo sospecha. Democráticamente, creo que no debemos descalificar una iniciativa de huelga o propuesta en la enseñanza con el argumento de que esté “politizada” (como si la participación política fuera algo negativo) o con el de que su convocatoria procede de determinado sector sindical o de partido (elementos, al menos por ahora, todavía necesarios –junto a nuevas vías alternativas de participación política que ya se van abriendo paso- para la organización de la acción colectiva). Si no, podemos acabar diciendo a nuestros compañeros y alumnos lo que comentan que Franco recomendaba a sus ministros: “Haced como yo, no os metáis en política”.
José B. Seoane

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