miércoles, 9 de septiembre de 2009

Neoliberalismo, educación y género

Encarna Rodríguez, Neoliberalismo, Educación y Género. Análisis crítico de la reforma educativa española, La Piqueta, Madrid, 2001, pp. 252.

Muchas profesoras y profesores que colaboraron, desde posturas democratizadoras y de innovación curricular, en el desarrollo inicial de la LOGSE, experimentaron posteriormente la involución de la reforma educativa en el contexto de la creciente tendencia neoliberal (económica y cultural), en nuestro país, con su tendencia a exaltar la racionalidad del mercado y del individuo. Con un cierto tono autobiográfico, y resaltando la categoría de género en sus análisis, las páginas de este libro nos ayudan a comprender el progresivo desencanto o frustración de muchos de estos enseñantes que participaron en la LOGSE. Así, describe cómo, desde finales de los años 80, el debate ideológico en torno a la defensa del currículo abierto fue sustituido por un Diseño Curricular Base (1989), reducido a una cuestión técnica que pronto desincentivaría la participación del profesorado; la pluralidad de perspectivas de los inicios se vio desplazada por el dogmatismo de la corriente psicológica constructivista; el papel activo del profesorado a través de su experiencia diaria en el aula fue sepultado por los nuevos saberes expertos y su nueva terminología; las primitivas tendencias democratizadoras fueron sustituidas por el progresivo reforzamiento de las estructuras formales (equipos directivos e inspección): la “calidad en la gestión” se fue alejando de la participación.
En esta nueva agenda neoliberal se apela constantemente a la eficiencia, a una “cultura empresarial” que se proyecta sobre el sector público y que se traduce en burocratización y privatización; los problemas de naturaleza social (como la diversidad escolar o la insatisfacción laboral) se disuelven en conflictos psicológicos; las prácticas de colaboración democráticas en la escuela, que incorporaban los debates ideológicos, los saberes y propuestas de los docentes, se despolitizan. De esta forma, esta despolitización obliga a los docentes a intentar resolver, en los estrechos límites de su aula, las contradicciones sociales que la escuela pretende ignorar; o lo que es lo mismo, desarrollar la irresoluble tarea de articular el cumplimiento acrítico de un currículo oficial de corte neoliberal con la creencia en las posibilidades democráticas de la escuela. Además, el profesorado se debe concentrar en crear “situaciones de aprendizaje” en los que el alumnado ideal (los hijos de las clases medias que pueden explotar el capital cultural que le proporciona su entorno social) desarrolle sus habilidades y capacidades individuales.
En el análisis de esta reforma, la cuestión del género, la presencia y participación de las mujeres en el sector educativo, se hace fuertemente visible y contribuye a su politización, a entender otras formas de liderazgo y colaboración. El análisis del género (una construcción social inestable), junto a las diferencias de clase o raza, permitiría identificar otras fuentes sociales de desigualdad, contribuiría a radicalizar y democratizar nuestras instituciones; y a la vez, como señala la autora, es “una dimensión determinante de las dinámicas curriculares y la relación escuela-sociedad”.
José B. Seoane Cegarra.

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