lunes, 8 de noviembre de 2010

Sociología y Anarquismo

En el número de octubre de la revista El Viejo Topo ha aparecido una reseña que escribí sobre el libro Sociología y Anarquismo, de Raúl Ruano Bellido. Para los que no puedan leer la revista, aquí os dejo la reseña de este interesante libro:

Raúl Ruano Bellido, Sociología y Anarquismo. Análisis de una cultura política de resistencia. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2009, 415 páginas.

Hace algunos años, Fernández Buey (“Sobre marxismo y anarquismo”, La Insignia, 1 junio 2000) señaló la necesidad de renovar el diálogo entre la tradición marxista y anarquista, cuyos idearios se han ido fundiendo en ocasiones en algunos de los movimientos sociales críticos y alternativos de nuestro tiempo. Ya confluyeron en el pasado, en las movilizaciones de los años sesenta o durante la transición española, especialmente desde las revisiones críticas de las ortodoxias de ambas tradiciones. Este año, en el que se están organizando distintas actividades en torno a los 100 años de la creación de la CNT (1910-2010), sería una buena ocasión para reavivar este debate.
En las conclusiones del libro Sociología y Anarquismo, editado recientemente por la Fundación Anselmo Lorenzo, también se señala la posibilidad de una confluencia e incluso una reconciliación entre el socialismo y el anarquismo, como culturas de resistencia obrera que siguen siendo referentes en la búsqueda de alternativas a la crisis ética y material del capitalismo neoliberal. Para ello propone reactivar “el fondo social de conocimiento y de resistencia que se ha ido transmitiendo desde las tradiciones obreras del siglo XIX”. Y lo hace rescatando la memoria de algunos y algunas militantes anarquistas: analizando, en su contexto social y su dinámica histórica, las autobiografías escritas por militantes del movimiento libertario y los testimonios orales de veinte “supervivientes”. Una cita de Peter Burke contenida en este libro da quizás pleno sentido a su valor y actualidad: “Con frecuencia se dice que la historia la escriben los vencedores. También podría decirse que la olvidan los vencedores. Ellos pueden permitirse olvidar, mientras que los derrotados no pueden olvidar lo que ocurrió y están condenados a cavilar sobre ello, a revivirlo y a pensar en lo diferente que habría podido ser”.
La investigación que reseñamos se enmarca, como señala su autor, Raúl Ruano, en la historia oral o “historia desde abajo”, concretamente en la obra de dos pioneros de los estudios culturales, E. P. Thompson y R. Hoggart, que ayudaron a conectar al movimiento obrero con las viejas tradiciones de resistencia, rechazando toda visión superestructuralista de la cultura y reivindicando los elementos emancipatorios de la cultura popular como tarea política de los estudios culturales. Se trataba así de, utilizando un concepto de cultura vinculado con la experiencia de las clases populares, ampliar las luchas sociales al terreno sociopolítico y moral, evitando su reducción al plano económico. Siguiendo este paradigma histórico, se intenta anclar a la cultura en la subjetividad de los actores sociales, en su “experiencia vivida”. Frente a la historia de los grandes personajes o la historia institucional, propone una historia centrada en los valores, las expectativas y los comportamientos de los obreros. Como señala Raúl Ruano, “son poco frecuentes los trabajos que se detienen en comprender y analizar cómo eran y qué sentían los obreros, qué vidas llevaban, qué hacían en el trabajo y cómo se divertían, cómo interpretaban el mundo, que leían, cuáles eran sus miedos y cuáles sus sueños. Las investigaciones sobre la clase obrera, en general, no suelen informarnos sobre qué pensaban los propios trabajadores de sí mismos y del mundo que les tocó vivir”. En las entrevistas y autobiografías que recoge este libro podemos vislumbrar las conexiones del pasado del movimiento libertario con las nuevas “culturas de resistencia”, con los valores de los nuevos movimientos sociales emancipatorios (antimilitarismo, internacionalismo, crítica al consumismo, defensa de los valores de la solidaridad y la cooperación, etc.). Se trataba (se trata) de “cambiar la vida”, de buscar modelos de vida alternativa, de luchar contra todas las formas de dominación.
Destaca en la memoria de los viejos libertarios, así como en los clásicos del anarquismo ruso y mediterráneo, el carácter ético y moral del discurso anarquista. La ética libertaria, como indica Ruano, fue una cuestión angular en la filosofía de Kropotkin y Tolstoi, y llegaría a preocupar a Bakunin en su vejez. Según Anselmo Lorenzo, “el discurso del anarquismo español en general acerca de la cuestión social se detiene más en la crítica moral que en el análisis del mecanismo económico del capitalismo”. Se trata de una moral antiautoritaria, reforzada con los años de lucha de muchos y muchas militantes anarquistas frente a la represión gubernamental, con el paso por las instituciones totalitarias (la cárcel, el cuartel, la escuela...) que muchos padecieron. Su crítica al liderazgo y al culto a la personalidad se manifiesta en el recuerdo de algunos militantes de cómo, muy jóvenes, en el sindicato los adultos les animaban a hablar, a acostumbrarse a tomar la palabra; cómo en esos espacios de densa sociabilidad que creaban (el sindicato, el ateneo, la escuela), así como en la huelga y la lucha callejera, se sentían activos protagonistas de la historia. Ese comunitarismo, ese gusto por la vinculación y los fuertes lazos afectivos, era su arma para la supervivencia frente a la dominación, y afectaba a todas las esferas de la experiencia cotidiana. Entendían que no había libertad sin solidaridad.
En el último y muy interesante capítulo de Sociología y Anarquismo se analizan los debates planteados en varios grupos de discusión de jóvenes anarquistas: cómo socializar, gestionar democráticamente el tema del poder, cómo delimitarlo y redistribuirlo; cuál es la postura anarquista frente a la burocracia sindical, la democracia representativa y el capitalismo; como evitar la erosión de la sociabilidad y vitalidad comunitarias... En definitiva, cómo entender el anarquismo a comienzos del siglo XXI. El movimiento obrero, en sus tradiciones anarquista o comunista, sigue siendo un referente importante para los nuevos movimientos transformadores de nuestra época; pero la “crisis del trabajo” ha acentuado la ruptura en la transmisión del testigo anarquista y comunista, que construyeron sobre el trabajo asalariado, sobre una “ética del trabajo”, su alternativa societaria. Estas tradiciones tienen en la actualidad la obligación de repensar nuevos fenómenos como el impulso de la globalización, la tecnociencia o la crisis ecológica. El primer anarquismo, como señala Ruano, no supo desligarse del todo del sustrato ideológico común de la época: la fe en la ciencia y en el progreso (que le llevó a asumir las tesis higienistas de la medicina liberal sobre la degeneración, sus causas y remedios), cierto puritanismo, o la dificultad en asumir la cuestión feminista o la libre orientación sexual (homosexualidad). Además, “la Idea” libertaria no fue monolítica, sino que existieron tensiones dentro del anarquismo respecto a temas como el apoyo a los partidos federales y la legislación social, la actividad sindical o la cuestión de la violencia revolucionaria. Desde el marxismo, por otro lado, se criticó el voluntarismo y cierta tendencia milenarista en el movimiento libertario. No obstante, cuando parece imponerse el pensamiento “único” o “débil”, cuando las alternativas políticas al capitalismo neoliberal aparecen fragmentadas y se agudiza la crisis ecológica y social, es urgente y más necesario que nunca reactivar las tradiciones más cooperativistas y solidarias del movimiento obrero, superando viejas rencillas internas.
A pesar de su origen académico, la claridad y pasión que aplica Ruano a su escritura hace que este libro pueda hacer llegar a un amplio público el testimonio de los últimos “supervivientes” de la mayor revolución libertaria que ha conocido Occidente (en la esperanza de que pueda servir de alimento para las luchas de los movimientos emancipatorios de nuestra época, para impulsar las luchas sociales contra todo tipo de dominación).
                                                   



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