jueves, 25 de noviembre de 2010

El lenguaje de la crisis

Sigue llamando la atención que en estos tiempos de crisis social sigamos escuchando del Gobierno, y de muchos analistas y economistas, la idea de que la salida a esta situación consiste en fomentar la competitividad, no la solidaridad. Y esto se hace apoyado en un lenguaje, que repetido machaconamente desde distintos medios, va calando en muchos sectores y sirve, por una extraña alquimia, para deformar la realidad, convirtiendo a las víctimas de la crisis en culpables o responsables  de su situación. Ahora resulta que la salida a esta crisis no consiste en cambiar lo que la ha causado (eso sería mirar a un pasado que ya no interesa o parece explicar nada), sino en adaptarse a la nueva situación: renunciar a los viejos derechos sociales o laborales adquiridos, "flexibilizar" el mundo del trabajo, abandonar la idea de una ocupación estable, negar el valor de la experiencia del trabajador frente a una sociedad "en constante cambio" (¿hacia dónde?). En resumen, olvidarse de eso del "derecho al trabajo": el trabajo no es ya un derecho, sino una conquista en el marco de una dura competencia; una competencia en la que destacan nuevas expresiones, nuevos valores, como "ser emprendedor" o la "empleabilidad". Además, el derecho de huelga se convierte en "salvaje" cuando no llega a un acuerdo con el patrón sobre servicios mínimos, y "piquete" y "violento" pasan a ser sinónimos. Victor Klemperer, en LTI. La lengua del Tercer Reich (Barcelona, Minúscula, 2001) advertía de la seducción y confusión que producían, incluso tras finalizar la guerra, entre los jóvenes alemanes, determinados usos lingüísticos empleados en la época nazi. Denunciaba cómo se logró imponer a la colectividad, por unos pocos individuos, un modelo lingüístico que camuflaba tanto horror: "El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente... El lenguaje crea y piensa por nosotros, guía nuestras emociones, tanto más cuanto mayor es la naturalidad e inconsciencia con que nos entregamos a él".
José María Ridao escribía hace unos días un artículo en El País en el que denunciaba una idea bastante extendida entre los analistas de la actual crisis económica, "la idea de que pueden existir procesos económicos al margen de la voluntad y, por tanto, de la responsabilidad humana". Y ponía como ejemplo la explicación que el ex-presidente Felipe González hacía, en una entrevista de J. J. Millás, sobre el fenómeno de la actual globalización económica (incluida la del sector financiero), que ha tenido mucho que ver con la actual crisis. Felipe González sostenía que el presente modelo de globalización no era fruto de determinadas decisiones políticas, enmarcadas en el giro neoliberal iniciado en los años 80 en la política de numerosos países, sino que esta globalización era "la consecuencia de dos fenómenos: la caída del muro del Berlín y la revolución tecnológica". Así, paradójicamente, Felipe González, puede a la vez denunciar la idolatría del mercado, y aceptar, como "inevitable fatalidad" del desarrollo histórico y económico, sus devastadoras consecuencias. Pero lo que más me ha llamado la atención de la entrevista es la afirmación de González de que "el principal problema al que se enfrenta la sociedad actual es la empleabilidad, no el empleo". En la sociedad de "hágalo o sírvase usted mismo" (aunque para muchos no haya posibilidades de hacer o servirse), la empleabilidad sería la capacidad que debemos adquirir los trabajadores para, desde una posición activa ("con iniciativa"), encontrar un puesto de trabajo alternativo cuando el nuestro sea destruido, amortizado o redefinido según el cambiante "mercado laboral".  Pasa a ser, pues, nuestra responsabilidad, y nuestra culpa, no encontrar un hueco. Como indica Ridao, "da miedo pensar en el modelo de sociedad que presupone el concepto de empleabilidad; una sociedad en la que la vocación de los individuos, el aprovechamiento de sus capacidades específicas, las habilidades adquiridas por su experiencia y, en definitiva, su libertad, queden supeditadas a la necesidad de encontrar un empleo, sea el que sea".

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