lunes, 29 de marzo de 2010

Recuerdos de Orihuela, Miguel Hernández y Gabriel Miró.


Cuando todavía estaba en el colegio, un profesor de lengua y literatura nos habló de dos escritores, ambos de la cercana ciudad de Orihuela, y ambos olvidados durante la oscura y necia dictadura. El primero era Gabriel Miró, al que este profesor nos animaba a leer y anotar su rico vocabulario; el segundo era Miguel Hernández, un joven poeta muerto en las cárceles del franquismo. Recuerdo que, ya en el Instituto, tras la muerte del dictador, otro profesor nos acompañó a visitar la casa donde vivió Miguel Hernández (antes habíamos visitado el pueblo murciano de Fortuna, el primer ayuntamiento comunista de nuestra pequeña comunidad, y lo celebramos con sus vecinos). En la casa del poeta vimos la higuera y el huerto que describe en sus poemas. Paseamos por la ciudad, donde tímidamente se empezaba a recuperar su memoria. Una ciudad llena de iglesias, que parecía querer ocultar al pequeño río Segura, que llegaba a la ciudad turbio y maloliente; y donde destacaba la mole del colegio jesuita en el que estudió el poeta oriolano. En clase, y en casa, leíamos y releíamos sobre todo la Elegía a Ramón Sijé, el emocionado lamento a la muerte de un amigo. De Orihuela fueron también dos buenos amigos de la universidad (Jorge e Isaías) y con ellos volví alguna vez más a su pueblo.
He elegido el pequeño poema que viene a continuación, sobre todo, por un verso; un verso que pudiera ser una buena guía de vida: “Esperar, no cansarse de esperar la alegría”. Porque la alegría, la pura alegría, es quizás la meta última de toda ética, de toda “buena vida”. También destacaría la forma, liviana e intensa a la vez -como la vida- con la que en el último verso señala cómo debería ser nuestra despedida: “Con sonrisa te fuiste de la tierra y del cielo”. Así nos despedimos hoy, invitándoos a leer este poema:

SONREIR CON LA ALEGRE TRISTEZA DEL OLIVO.

Sonreír con la alegre tristeza del olivo,
esperar, no cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos, doremos la luz de cada día
en esta alegre y triste vanidad de ser vivo.

Me siento cada día más leve y más cautivo
en toda esta sonrisa tan clara y tan sombría.
Cruzan las tempestades sobre tu boca fría
como sobre la mía que aún es un soplo estivo.

Una sonrisa se alza sobre el abismo: crece
como un abismo trémulo, pero batiente en alas.
Una sonrisa eleva calientemente el vuelo.

Diurna, firme, arriba, no baja, no anochece.
Todo lo desafías, amor: todo lo escalas.
Con sonrisa te fuiste de la tierra y el cielo.

Miguel Hernández, Últimos poemas (1938-1941).

Si quieres saber algo más de este poeta puedes ver el siguiente documental:

En la Semana Santa de 1947, en el periodo más duro de la dictadura franquista, apareció una pintada en el edificio de Filosofía y Letras: “Viva la universidad: Machado, Lorca, (Miguel) Hernández. FUE. FUE” (F.U.E. era el sindicato estudiantil de la etapa republicana). Fueron detenidos dos estudiantes de Derecho, Manuel Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz. Juzgados en consejo de guerra como miembros del PCE, fueron condenados a 4 años de prisión. Se fugaron en agosto de 1948 gracias a dos amigas estadounidenses, Barbara Probst Salomon y Barbara Mailer (Vid. Elena Hernández Sandioca, Miguel Ángel Ruiz Carnicer y Marc Baldó Lacomba, ESTUDIANTES CONTRA FRANCO (1939-1975). Oposición política y movilización juvenil. La esfera de los libros, Madrid, 2007, p. 507).
Miguel Hernández murió en las cárceles franquistas, y tanto su obra como la de Gabriel Miró, una por motivos políticos (militancia comunista y milicia de la cultura en el frente republicano) y la otra por cuestiones religiosas (anticlericalismo de alguna de sus obras), tuvieron serios problemas con la depuración y censura de la dictadura franquista.
Sobre Gabriel Miró puedes ver y escuchar este pequeño documental
Puedes leer también algo de su obra El obispo leproso pinchando aquí.

Quisiera terminar, por último, con el recuerdo de Eduardo Sansano, mi amigo, fallecido el año pasado, y con el que compartí alguno de estos viajes geográficos y literarios. Te echamos mucho de menos. Un fuerte abrazo, donde estés.

1 comentario:

  1. Jose, me ha gustado mucho el post. Comparto esa apuesta por la alegría como ética personal y colectiva. Precisamente, no hace mucho que compartía con Pura este primer verso de un poema de Eduardo Milán que apunta en esa misma dirección: "ENCUENTROS con la alegría, urgen".

    Un abrazo

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